30 julio 2008

Juan Martín "Látigo" del Potro "Rodrigo", el nuevo ídolo de siempre

El nuevo ídolo nacional, Juan Martín del Potro, ganó recientemente dos torneos seguidos sobre polvo de ladrillo. Pese a todos los vaticinios que pronosticaban su pronto fracaso debido a lo que se conoce como “inflación previa injustificada” -esto es, inflar a un personaje sin que haya dado las suficientes señas de que sea inflable, y que casi siempre termina con el total fracaso del personaje en cuestión-, el joven tenista pudo ganar dos torneos y no decepcionar. O decepcionar a quienes creyeron que pasaría inadvertido, sin pena ni gloria.

Pero a no desesperar. Estos dos merecidísimos y festejadísimos torneos solo dan de comer a aquellos que ven en del Potro su nuevo ídolo indiscutido, nacional y for ever. Y sirven para ensalzar la figura de un deportista que, por muy bueno que sea, no está destinado sin ninguna duda a ser el mejor del mundo ya.

Ahora, en este país de panqueques oportunistas, todos “siempre dijeron” que Nalbandián era un gordo cagón, nunca nadie creyó que Cañas no se haya pichicateado, Pico Mónaco no es un groso por estar con Lopilato sino que más bien es un superficial que no le interesa ganar títulos, Calleri se tendría que haber jubilado hace rato, Acassuso es un provinciano llorón y medio tibio, el flaco Chela tiene osteoporosis. El único ídolo de verdad siempre fue del Potro. Nunca nadie dijo que era muy joven, ni que tenía un peinado horrible, ni dirá jamás que era obvio que se iba a pinchar rápido y que no era para tanto.

En este país donde falta la memoria, y donde por culpa de eso hay 30.000 desaparecidos, del Potro será una víctima más de la desidia del hincha argentino y de la hinchapelotez de los gordos de clase media alta que usan chomba, se jactan de todos los triunfos como propios y se quejan de todas las derrotas como ajenas.

Del Potro, el jugador con mejor peinado de la historia del tenis argentino, no fue entendido en su momento, y hoy disfruta de un veranito sociológico, luego de haberse cortado el pelo, de haber tenido que renunciar a su sueño de ganar torneos despeinado, sin que nadie notara el vanguardista gesto que venía planificando. Pero está bien, en un mundo resultadista, preferimos idolatrar a un jugador durante los quince minutos que dure su buen momento, sin apoyarlo si llega a caerse y sin valorar un peinado que vale más que muchos puntos y que hoy, gracias al desinterés de muchos, ya no está entre nosotros.


Del Potro tiempo atrás. Sin torneos pero feliz capilarmente.





Del Potro hoy: con auto nuevo pero sin poder pasear sus cabellos al viento.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Rectifiquen otra vez, ya van dos veces consecutivas que gana dos torneos consecutivos.